Quiero felicitar a los estudiantes de la UNC que han tenido la inquietud de querer conocer y aprender la verdad sobre la homeopatía, como así también a las autoridades universitarias que, tratando de superar el viejo tabú, están esforzándose por hacerles posible el acceso a la misma, pasando por encima de la conocida cháchara de críticas que, fielmente copiadas y repetidas, podemos encontrar en diarios y revistas a lo largo de los últimos 40 años.
Es ya un clásico que quienes intentan criticarla y, a la vez, encubrir su desconocimiento al respecto, comiencen diciendo que la homeopatía no es científica. Cabe entonces preguntarles qué entienden por ciencia en medicina, para así poder saber de qué están hablando. El ser humano es la antítesis de la matemática y, en consecuencia, la realidad para el médico en la práctica diaria es saber recurrir tanto a lo inductivo como a lo deductivo, frente a la imperiosa necesidad de curar o mejorar al enfermo, que es su auténtica misión con prescindencia de todo rótulo. La historia es testigo de lamentables errores cometidos y hasta de hogueras encendidas en nombre de la ciencia. Es oportuno destacar, con motivo de esta controversia, que en este año 2010 se cumple también el Bicentenario para la biblia de la homeopatía, El Órganon del Arte de Curar, su principal libro de texto, escrito por el genial investigador Samuel Hahnemann. No conozco ninguna disciplina académica, cuyo original y aún hoy principal libro de texto se encuentra en plena vigencia en la celebración de su bicentenario y, más aún, que represente, una realidad médica cada día más difundida y respetada en el mundo. Estos antecedentes magnifican el descubrimiento de Hahnemann, el primer investigador empírico, cuyo descubrimiento permanece vigente e invulnerable ante la infinidad de ataques sufridos a través de los años, y que hoy compite con los más modernos avances terapéuticos de muchas especialidades clínicas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario